El título, sobre todo el segundo, sugiere que presenciaremos un documental, un making of de lo que iba a ser una película pero en realidad se convirtió en otra cosa. Entonces esa otra entidad que es El lapso de vida del objeto encuadrado más que ser un documental, es una película ensayo, una reflexión de la naturaleza del cine durante el proceso de ser una cosa acabada llamada película. El punto de partida son una serie de fotos que el mismo cineasta Aleksandr Balagura tomó de forma azarosa durante una visita a un mercado ruso. A partir de allí fundamenta la reflexión y la construye con una serie de escenificaciones con actores que también empiezan a conversar sobre el montaje afirmando que, más que nada, el montaje cinematográfico es una manipulación: del orden de las imágenes, del sonido, para obtener un sentido que termina de armarse en el espectador. Al respecto, Balagura afirma: “Al elegir la fotografía como material y la memoria como guía, inevitablemente nos encontramos en un laberinto, el de nuestra memoria y el que otros generan. Al buscar salir de este laberinto, nos convertimos en el material por nuestros propios términos”. Y entonces, la reconstrucción de la película aun no filmada, vaga por un laberinto escenificado con las fotografías ampliadas cercando el recorrido de los actores ensayando diálogos y soltando reflexiones sobre el cine. “Godard es hijo de (André) Bazin”, afirman y recuerdan el experimento de Kulechov sobre montaje-significado. La falta de linealidad de esta obra se apoya con la repetición de los Estudios del movimiento de Muybridge (la paloma aleteando, la pareja de mujeres desnudas bailando, la carrea del caballo o el perro corriendo), así como las fotografías de los personajes en el mercado y las tomas cerradas de adornos religiosos kitsch, siempre encuadrando la vida de los objetos y los sujetos.
El recurso de ir y venir entre la grabación documental del mercado ruso, las fotografías, las secuencias de Muybridge, las citas a la literatura rusa, se estructura a partir de una mise-en-abyme (puesta en abismo), que el recorrido en el laberinto escénico sirve de guía para ir profundizando en lo que el montaje posterior de la película va descubriendo de la azarosa sesión de fotos tomada años antes por Aleksandr Balagura, como si fuera abriera una matrioska rusa para hablar del cine dentro del cine, señalando para el espectador la naturaleza narrativa y capacidad poética que tiene su lenguaje.
El año pasado, la película-ensayo de Phillipp Hartman El tiempo pasa como un león rugiendo arrancaba con una serie de fotos veladas de su infancia para hacer una disertación audiovisual sobre el tiempo real, la memoria y la maleabilidad del tiempo cinematográfico. El objeto... de Balagura, aprovecha para colocar una reflexión central y cuestionar la idea misma del montaje como una manipulación, dependiendo para qué fines, pero siempre manipulación. En una de las discusiones de los personajes en el laberinto, recuerdan el uso de la metáfora y la transformación literaria de la palabra “pluma” para escribir y “cuchillo” como arma: pluma-cuchillo, aquella que cincela, que hace la escultura de la narración. De esa misma forma se puede aplicar la idea del cuchillo/montaje en el cine, remitiendo no solo a la forma antigua de editar cortando físicamente el celuloide sino a la estructuración del relato o no/relato adquiriendo un sentido final.
Cuando Balagura enseña las fotos a una de las trabajadoras del mercado, describe como si fuera álbum familiar la breve historia de cada uno de los retratados, hasta que llega a una de las imágenes clave de la película en proceso: una mujer joven duerme debajo de una mesa de trabajo y en el fondo se distingue la actividad diaria. En ese momento emerge la historia de la joven vagabunda que era un personaje cotidiano del mercado, cuenta su tragedia y cómo le perdieron el rastro. Después, el montaje/cuchillo deriva hacia unas tomas de la planta nuclear de Chernobyl y se adereza con las opiniones contra el gobierno de Gorbachev que deshizo al país, para cerrar ese capítulo con la foto de la vagabunda, haciendo que el montaje/cuchillo genere una metáfora entre esas historias y la foto del sujeto encuadrado otorgándole más que un lapso de vida durante la película en proceso.
Aun entre los ensayos, las discusiones en el laberinto escénico de la memoria, resignificando las secuencias de Muybridge a la menor provocación, las fotografías arden y todo se desvanece, apenas rescatando alguna de ellas para la posteridad, mientras el filme de la pelicula que aun no existe invita a repasar lo que has visto y seguir reflexionando su acercamiento abismal.
Dirección: Aleksandr Balagura
Producción: Svitlana Zinovyeva
Guión: Aleksandr Balagura, Svitlana Zinovyeva
Fotografía: Vladimir Guievsky
Edición: Aleksandr Balagura
Sonido: Boris Peter
Reparto: Aleksandr Chekmenev, Polina Golovko, Aleksandr Babak, Efim Gofman, Nikolay Popeloukha, Anastasia Kireeva, Alla Samoilenko, Massimo Sannelli, Karl-Dietrich Buhler, Marco Nicodemo, Milena Dombrovskaya, Davide Marino
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