miércoles, 23 de mayo de 2012

#32Foro Cineteca De jueves a domingo y el "road movie" intimista



Por definición, un road movie es aquella travesía filmada a lo largo de un viaje, con peripecias y obstáculos, que durante el traslado a otro destino implica una introspección reveladora del protagonista, salirse de su rutina abre la posibilidad de conocerse aun más, reflexionar y tomar una decisión que le cambia su vida para regresar con una conciencia renovada a la rutina de origen o no regresar. Dentro de esa fórmula cinematográfica existen variantes, pero en la ópera prima de Dominga Sotomayor De jueves a domingo, como resultado de su estadía en el Talent Campus de la Berlinale durante 2011, la apuesta es otra. Primero, es minimalista porque se circunscribe solo a lo que sucede entre Lucía (Santi Ahumada) de 10 años y su familia durante un viaje de la ciudad de Santiago hacia el norte de Chile, al menos el último que realizará su familia en proceso de separación, donde su hermano Manuel (Emiliano Freifeld) de 7 años, sólo busca divertirse y vivir su propio viaje, ajeno a la tensión que hay entre su madre Ana (Paola Giannini) y su padre Fernando (Francisco Pérez-Bannen). Empiezan los juegos para distraerse, pero la constante renuencia del padre resalta su distanciamiento, corta el frágil vínculo entre ellos y parecen trasladarse en automático a un destino: Fernando quiere mostrarles un terreno heredado que podría representar un futuro prometedor para la familia, a pesar de la inminente separación. Por ello, Ana le sugiere que mejor alquile un cuarto en un hotel (sobre entendiendo “para que vivas solo”), pero él prefiere rentar ya un departamento. En el camino hacen parada a un altar al lado de la carretera dedicado un ermitaño que perdió a su familia en un accidente y le dejan provisiones; después dan aventón a un par de adolescentes aventureras despreocupadas porque han corrido con suerte y comparten su e-mail con Lucía; llegan a un río para refrescarse y Manuel exige llegar a la playa, sin tomar en cuenta la fricción que hay entre sus padres como lo está notando poco a poco Lucía. Más adelante, encuentran a un amigo de Ana, el padre soltero Juan (Jorge Becker) quien genera más tensión a la atmósfera entre ella y su esposo. Él los ayuda a salir con su combi de un riachuelo donde se atascó el Mazda 929 en el que viajan y, casi al final, se encuentran de nuevo con Juan y sus compañeros en un campamento, donde pasan una tertulia con fogata y conocemos desde el punto de vista de Lucía la cercanía entre ambos amigos, para colmo de Fernando. Lucía trata de vivir su niñez disfrutando ver a su hermano hacer “bucitos” con las lecciones de su padre, jugando con el hijo de Juan quien habla francés como loquito para enamorarla aunque sea tantito, pero no puede conciliar el sueño en la casa de campaña cuando los adultos están conviviendo en la fogata: la inquietud, su incertidumbre le ha amargado el viaje.
Dominga Sotomayor

En los anteriores trabajos de Dominga Sotomayor se puede encontrar la temática de la separación y los niños, quienes dentro de esa circunstancia la sobrellevan lo mejor que pueden, como en sus cortometrajes Debajo y La montaña; o aun están viviendo los instantes de la separación, como en Videojuego, donde un niño raquetea el Tenis virtual de su Wii en constante primer plano mientras la pareja se reparte pertenencias detrás de él, pero el padre no puede llevarse la televisión hasta que su hijo no termine el último set de su juego. A diferencia de Cessna, donde el seguimiento documental de la pasión de un adolescente por la aviación y su primer viaje en un avión es retratado con una cámara en mano, en Videojuego la cámara se emplaza en un sólo punto, ancla el primer plano del niño y él se convierte en el contrapeso de la pareja que se separa.
Ahora en De jueves a domingo, el estilo minimal y contemplativo de Sotomayor es adecuado para adentrarse y dejarnos percibir la preocupación de Lucía ante lo que se le presenta. Por más que lo haya sabido de antemano, vivirlo en el último viaje de su próxima familia rota es algo que no se espera. Las escenas de Dominga no persiguen a los personajes en sus traslados espaciales, los deja salir de cuadro y a nosotros suponerlos con el sonido en off (fuera de cuadro). Debajo y Videojuego muestran emplazamientos de lo importante.

Aquí, también la cámara de la cinefotógrafa Bárbara Álvarez espera con paciencia que lo esencial suceda frente a su lente: al inicio de la película cuando Lucía es despertada, le cuesta tanto levantarse que su padre Fernando se la tiene que llevar cargando; salen de cuadro y reaparecen en la profundidad del campo donde está el Mazda 929 con la cajuela abierta, enmarcado por la cama abandonada y la ventana. Ana termina de llenarla con provisiones y ella le pregunta casi en murmullo a Fernando “¿Estás seguro que quieres que vaya?”. Aunque a él en apariencia no le importe mucho, hace que ella suba y el conflicto aborda con ellos para acompañarlos en la travesía.
En el reducido espacio del carro, la cámara anti-frenética deshilvana los espacios en off de cada escena, descubriéndolos sin prisa al mismo tiempo que Lucía cobra conciencia de lo que pasa entre sus padres, amparada en la inquietud de su hermano Manuel y descifrando sus diálogos entrecortados. Los emplazamientos parten desde ella y se desenvuelven como espiral conforme los hermanos piden ir a “las termas”, dulces de Halloween o que los lleven en el techo del carro. La cámara intimista tampoco se deslumbra ante la apertura del paisaje, prefiere el espacio cambiante entre la familia, aunque a Manuel se le caiga algo del carro, se detengan a recogerlo y desde dentro vemos el machucón que el descuido del padre le ha dado a Ana; la cámara acompaña la alegría de Lucía y Manuel cuando por fin los pasean encima del capó del auto y ella después presencia la álgida discusión de sus padres desde afuera.

La presencia de los temas del compositor Manuel Alejandro se hacen de manifiesto cuando Ana hace cantar a Lucía una de sus canciones, como también en el campamento al corear Quiero dormir cansado, que abunda sobre la separación, el rompimiento de la pareja y da pie para presentar esa metáfora visual de la soledad que es el desierto en el que termina el viaje, donde la madre se pierde indignada al descubrir que su esposo tenía todo preparado para vivir solo y Lucía la busca angustiada. Finalmente llegan al destino planeado por Fernando, suben todos a un montículo para ver solo la extensión del desierto y darse cuenta de que no vale más entretenerse allí, mejor irse de una vez porque Ana sigue molesta aunque más calmada, Fernando los apresura y se detiene un momento para regalarles de nuevo el viaje en el capó a los niños, pues es posible que sea la última vez que lo hagan o al contrario, una de tantas más porque querer dormir cansado y no despertar jamás, querer dormir profundamente y no despertar llorando, con la pena de no verse, se asemeja a ese desierto del que mejor huyen con los acordes de esta canción final en version acústica que acompaña su regreso.
Sencilla, sincera, con economía de emplazamientos como decisión narrativa, Dominga Sotomayor y su equipo vuelcan el road movie hacia la mirada infantil sorprendida, temerosa, con una conmovedora historia sobre “una niña que se debate entre estar consciente de lo que pasa con sus padres y querer ser niña durante un viaje”.

Si veo hacia atrás creo que mis cortos y “De jueves a domingo” son como una misma historia, como si hubiera sacado momentos de una misma línea de tiempo, quizás es la única historia que hasta ahora me interesa contar. Son distintos fragmentos de situaciones familiares cotidianas vistas con cierta distancia formal. Pero siento que la historia no es lo más importante, sino ponerme en un punto de vista determinado,  como la de los niños en “De jueves a domingo” o la del eclipse en el corto Debajo.
Dominga Sotomayor en entrevista con Roberto Doveris sobre su Ópera Prima, en el BAFICI.



Ficha técnica:
Película: De jueves a domingo (Chile-Holanda/2012/96’/35mm/color)
Dirección y guión: Dominga Sotomayor
Producción: Benjamín Domenech, Gregorio González
Fotografía: Bárbara Álvarez
Edición: Danielle Fillios, Catalina Marín
Reparto: Santi Ahumada (Lucía), Emiliano Freifeld (Manuel), Paola Giannini (Ana), Francisco
Pérez-Bannen (Fernando), Jorge Becker (Juan), Axel Dupré.


martes, 22 de mayo de 2012

#32Foro Cineteca Un mundo secreto


Después de haber tenido una afortunada presencia dentro del 27º Festival Internacional de Cine de Guadalajara y una cálida recepción en el Festival de Berlín de 2012, estar  de gira como parte de las producciones mexicanas que integran del 32º Foro Internacional de la Cineteca, y ahora llegar a estrenarse en salas mexicanas, Un mundo secreto se revela como sigue:

La Ciudad de México-marco-inicial-de-esta-historia se presenta a través de tomas oblícuas de aquellos rasgos permanentes, herrumbrosos, decadentes de la misma: los gatos que se asoman desde un resquicio de la Glorieta de Insurgentes, el barandal con pintura resquebrajada del puente del Eje 7, viejas ventanas abiertas tomadas desde abajo y una perspectiva del Eje Central en fuera de foco, que embarra sus luces y autos en una plasta confusa, hasta que la cámara estilizada de Mariño/Hernández aterriza en el pasillo de un departamento donde fuera de cuadro se escuchan los ruidos repetitivos de la cópula que sucede en el cuarto contiguo. María (Lucía Uribe Bracho), de 18 años, prácticamente inerte, coge con un joven excitadísimo, que acaba contento como lo hará después aunque sea el último día de clases, invitando a un amigo para compartir un alegre acostón como cualquier otra cosa, "pero nada más tú" porque sabemos que ella tiene cierta prisa.

María es una chica silente, absorta, introvertida en apariencia porque no se lleva con nadie más, huraña con su madre déspota porque ella vive en la nube de su adultez y las responsabilidades, pues lo único que le importa de su hija es saber la fecha para pagar la inscripción y por qué no se arregla mejor para el día de su graduación. Ese silencio permanente le permite a María planear un viaje/escape mientras una María-La-Dulce le platica en su diario lo increíble y valiosa que es como persona, que la va a extrañar, que la fiesta de graduación estuvo genial, que mientras construye esta fantasía en el cuaderno con hábiles dibujos que anuncian un viaje, durante la primera escala de su trayecto se encuentra en un restaurante a la dicharachera madre soltera (Olivia Lagunas) y le endilga unos minutos a su hijo en lo que va y viene con un amigo cariñoso, lo que le vale pasar una noche en su pequeñísima casa, escuchar la historia de su esposo buscando oportunidades en E.U. y María inventándole que visitará a unos parientes en el norte, por lo que mejor huye de madrugada de esa casa y se deja abordar por un desconocido que la chulea. María-Puta se deja llevar, porque nunca se quedó atrás en la ciudad, la acompaña después de que coge sin remordimientos con el desconocido y le recrimina su putería al escribirlo en el espejo de un baño, como si fuera el eco de la misma madre que la acaba de regañar por irse a su "viaje de graduación", o cuando se cachetea ella sola en su cuarto. María-Libre puede callarse todo lo que quiera, acostarse con quien quiera, ir donde sea, pero batalla contra esa sombra huyendo a pie o en autobús a un destino que desconocemos.

En su camino a Topolobampo, María conoce a Juan (Roberto Mares), un joven del sureste de México también callado, tímido, con una carga distinta a la de ella y un semblante más triste al serio y desparpajado de María. Se acompañan de camino a la ciudad de La Paz catártica, donde comparten un cuarto de hotel ante la reticencia del muchacho, después se cuentan las historias mutuas como no lo había hecho ni platicado antes ella con tanta confianza, al igual que el sueño que la impulsa a llegar a no sabemos dónde. Tras la sordidez de los acostones anteriores de María, sucede el vuelco de un beso entre ambos nómadas y un acostón que el encuadre fijo en sus expresiones nos presenta la empatía entre los dos y la sonrisa sonrojada de ella. María-Puta se queda atrás en la oscuridad del sueño donde su madre se burla de su hija ante el mar, desaparece en La Paz del sueño de Juan y ya no la acompaña hasta la Laguna de San Ignacio, donde por fin conocerá a aquella ballena que la había invitado a viajar. 

De nuevo nos topamos con una estructura de-efe-céntrica-que-termina-en-viaje-revelador, "with a twist". Minimalismo al 100, constantemente forzando los focos para destacar la presencia de María al cruzar la Avenida Juárez difusa, al desayunar cabizbaja en la cocina con su madre borrosa, arrastrar la atención hacia un retrato adolescente bonitillo en el tocador enmarcado por los cuerpos difusos en cópula mecánica, los cuidados encuadres de Gabriel Mariño en conjunto con el cinefotógrafo Iván Hernández se dedican a desmenuzar pacientemente el entorno que rodea a María al dejar la ciudad e ir confrontándose con esa otra parte del país que desconoce y va sorteando en su travesía, también evadiendo el uso del gran plano abierto para no babear ante el paisaje y centrándose en el eje que es María en toda la historia. A fuerza de cortes directos que evitan transiciones exageradas, esta ópera prima deja desarrollarse tanto al personaje como la actuación tan fresca y sólida de Lucía Uribe, evadiendo la constante profundidad de campo para enfatizar su estado absorto con el foco centrado en ella, siempre confrontándose y resolviendo sus encuentros con hermetismo hasta encontrar inesperadamente al nómada gemelo que es el conmovedor Juan, interpretado por Roberto Mares. Si los encuadres oblícuos suelen enmarcar la gris existencia de María, tras el primer encuentro con Juan, recurre a una hermosa toma del cielo aborregado donde apenas entra una parte del camión que anuncia "Topolobampo" que indica el giro del relato de lo sórdido a lo idílico, cual intertítulo episódico, donde el contacto de María con la naturaleza cada vez más presente en el viaje pone de manifiesto su apertura con el nuevo desconocido y otra faceta se da a conocer.

Lírica más que buscar los excesos de la tensión dramática clásica, viajamos con la protagonista en una elegante y cuidada narrativa sin mayores aspavientos.  
Así, nos quedamos con María que ha dejado por unos días el lastre de su vida y en el camino. Emocionada ve al horizonte y sorprende viéndote a ti, a quien de inmediato hace cómplice de haber conocido como nadie a María en su Mundo Secreto.


domingo, 20 de mayo de 2012

#32Foro Cineteca ALPS: Los suplantadores


Exhibida dentro del Festival de Berlín de 2011,  Alps nos presenta a un reducido grupo de conocidos que comienza una empre$a filantrópica: ante la pérdida del ser querido, se ofrecen para suplantar a aquella persona ausente y que los familiares terminen de desprenderse de ellos. Así tenemos a una enfermera (Angeliki Papoúlia), un chofer de ambulancia (Áris Servetális), un entrenador (Johnny Vekris) y una gimnasta (Ariane Labed en su segundo trabajo fílmico después de Attenberg, en donde logró la Coppa Volpi por su interpretación) que comienzan una junta en donde definen bautizar al grupo como "Alpes" y el chofer toma el nombre de Mont Blanc (el más alto de esa cordillera) por ser el líder, la enfermera adopta Mont Rose, el entrenador Mont Matterhorn por recuerdos de la infancia y la gimnasta en constante frustración el de Weisshorn.

lunes, 14 de mayo de 2012

Esta NO es una película de Jafar Panahi y Motjaba Mirtahmasb

This is not a film o No es una película.

Jafar Panahi


Exhibida durante el 7º Festival Ambulante y ahora en el 32 Foro Internacional de la Cineteca, ¿a quién le podría interesar un registro en video de un cineasta en su casa? ¿No es acaso lo más aburrido que ver? Un director de cine hablando por teléfono, tomando té, cuidando de la iguana Igi, la mascota de su hija, pero no en el ámbito que hace lucir tanto a los directores de cine: entre la tramoya, dirigiendo actores y dándoles indicaciones precisas, acomodando la cámara y todo aquello que la parafernalia cinematográfica gusta mostrar. Pero la situación actual de Jafar Panahi no le permite exponerse de manera que le endurezcan la sentencia del Estado Iraní a 6 años de prisión y 20 simultáneos de prohibición para no filmar una sola película, sentencia que comparte con Mouhammad Rasoulof. En el caso de Esta no es una película, nos encontramos con Jafar esperando que se confirme o se reduzca como se lo hace saber su abogada al teléfono, quien le da esperanzas de que la sentencia de 20 años sea eliminada y solo el castigo quede reducido a 3 años de prisión. Con el hartazgo de vivir en arresto domiciliario y tras sufrir la irrupción de la policía para detener el rodaje que empezaba en su casa, Jafar no tiene nada mejor qué hacer mientras su familia sale a pasear y hacer sus pendientes, de no olvidar alimentar a la iguana Igi, recibir llamadas y el apoyo de colegas, repasar un guión que el Ministerio de Cine nunca aprobó y que, por lo visto, desea realizarlo.

Es por eso que el colega y documentalista iraní Motjaba Mirtahmasb acudió a la casa de Panahi para grabarlo a petición de Jafar y contemplar todo lo que sucede en un día (cinematográfico) de su arresto domiciliario. "Todo se debe documentar", afirma cada que Panahi se detiene a pensar si todo lo que hacen tiene algún sentido.