Desde
el nacimiento “científico” del cinematográfo, se sucedieron una serie de
eventos que poco a poco fueron conformando eso que a la fecha conocemos como El
Cine, y no fue hasta que patriarcalmente surgió la discusión para designar en
dónde había nacido el cine que se comenzó a asentar su verdadero origen peleado
entre los franceses por colocar a los Hermanos Lumiére por encima de la
paternidad del enemigo público No. 1 de Nikolai Tesla: el inventivo Thomas Alva
Edison. Tras determinar que los Lumiére por fecha y características del Cinematógrafo
fueron los padres del Cine (punto para Francia) y que el aparato que funcionaba
con las monedas de níquel de 25 centavos de dólar (los Níquelodeones, Nikelodeons, de donde el canal de tv homónimo toma
el nombre) no fue tan determinante para impulsar lo que años después sería
llamado el Séptimo Arte, empezó a construirse lo que ahora conocemos como La
Historia del Cine, primero desde el impulso de crear una industria del
entretenimiento en Estados Unidos, al igual que en Francia y otros países a los
que pudo llegar a venderse el cinematógrafo de los Hnos. Lumiére (en nuestro
caso, México fue uno de los primeros y en donde nació el documental propiamente
con las primeras “vistas” porfiristas).
A
fuerza de estarse construyendo con las aportaciones que cada nación que se lo
tomó en serio pudo hacer, no fue hasta el primer gran esfuerzo de Georges
Sadoul que el mundo tendría una aproximación tan completa de una Historia del Cine Mundial, con su Biblia-ladrillote con la que recopiló lo que para él
eran los ejemplos más claros y determinantes de la evolución cinematográfica.
La misma inercia que desató a nivel mundial la industrialización del
cinematógrafo y su posterior desarrollo al “prototipo” de los Lumiére, probaría
que con el tiempo ese valioso esfuerzo de Georges Sadoul terminaría por ser
insuficiente ante la imparable fuerza de la creación cinematográfica, que
escribía su historia fuera de los libros, que la escribía desarrollando un
lenguaje propio que se podía englobar en lo que se agrupa en el término de
Lenguaje Cinematográfico. La misma ansia de lo que había nacido en la
fotografía de Daguerre y Niepce por capturar y eternizar instantes en imágenes
fijas, se transformó en agregarle movimiento gracias a la mecanicidad del
cinematógrafo y después no solo capturar y exhibir “vistas” de un
proto-documentalismo sino agregarle la creación desde la ficción que llevaba
por siglos el teatro y la literatura haciendo. Evidentemente tomó del teatro la
base dramática y genérica para crear después los propios y ser reconocido como
“puramente cinematográfico”. A eso agréguenle la funcionalidad biológica de
poder reconstruir la continuidad del movimiento mecánico de la proyección del
celuloide en cualquier cerebro espectante del fenómeno cinematográfico. Sin esa
dualidad cuasi natural no podría haberse desarrollado con increíble amplitud.
Pero he
aquí que, como lo había asentado la Biblia Sadouliana, no sería la única
aventura histórica que trataría de asentar lo que es la historia del cine, pues
a partir de investigaciones locales y de la gran cantidad de obras buenas,
regulares y malas del cine de cada nación, se podía construir las historias
particulares del cine, las historias múltiples de las cinematografías que
primero se escribían en el celuloide y que otros investigadores se ocuparían en
imprimir en libros. Se podía tener un recuento cronológico como primer método
de investigación, otros tomaron la cronologia como leve pretexto para asentar
la importancia de películas clave que dieron impulso a un lenguaje propio del
cine, pero todo sucedía a nivel del libro, no lo menciono con desprecio alguno,
son terrriblemente valiosos para la referencia actual y futura, y no se habían animado a hacerlo en su terreno natural: Hacer una Historia del Cine
en el Cine (o en el sucedáneo que es la televisión).
Todo
esfuerzo historicista por crear este espacio desde los libros es épico, una
labor gigantesca por el tiempo que implica en investigación y redacción. No fue
hasta que la televisión balbuceaba con sus propias producciones que los
primeros canales culturales se asomaban a crear una recopilación electrónica en
video de la Historia del Cine con ejemplos visuales concretos que o refrescaran
la memoria del espectador o que los eternizaran aunque fuera la primera vez que
conocieran esos ejemplos. Con temor a equivocarme, la piedra de toque fue la
Biblia de Georges Sadoul, el referente por antonomasia. En México, el primer
esfuerzo que se conoce es el de Emilio García Riera que pensó y armó una
enciclopedia del Cine Mexicano, con reseñas y recuento cronológico que fue
complementando y fue editado por la Universidad de Guadalajara. Ese es nuestro
gran referente y que a la postre también fue señalada como incompleta y
vendrían otros esfuerzos a aportar con su investigación y punto de vista a la
Historia del Cine Mexicano (tanto como para hasta tener una breve Historia del
Cine Yucateco, por ejemplo, o la serie de libros “Cartelera Cinematográfica” de
María Luisa Amador y Jorge Ayala Blanco, que se contninúa actualizando, y su alfabeto churrigueresco de barrio que es el A,B,C,D,E,F,G y H del Cine Mexicano). No fue
hasta que Alejandro Pelayo desde la Unidad de Televisión Educativa (UTE,
dependencia de la SEP) que a los finales de los años ochenta se aventara a
hacer la serie para televisión “Los que (Des)hicieron nuestro cine” (El prefijo
“Des” lo aportó Jorge Ayala Blanco como una crítica al estilo y miopía de la
misma serie). Insuficiente también, queda pendiente seguir creando una Historia
del Cine Mexicano para TV que se siga actualizando.
Así
como el esfuerzo mexicano, también desde las naciones grandotas han existido documentales históricos
de sus Historias del Cine. Recuerdo que en algún momento breve en el que
Televisa, no sé desde qué loquísima iniciativa creó el primer canal 9 de rasgo
puramente cultural, que se pudo ver la serie norteamericana “Hollywood: Los
años tempranos” (Hollywood: The early years) y que era una serie muy romántica
y nostálgica, bien documentada, de los inicios del cine norteamericano,
trayendo a la memoria los trabajos de Griffith, una amplia revisión a la obra
del geniazo megalómano de Eric von Stroheim, secciones de Mary Pickford, Lilian
Guish, Gloria Swanson y otras starlets,
los primeros comediantes como Buster Keaton, Harold Lloyd, Chaplin, el Gordo y
el Flaco y otros cómicos que cayeron en desgracia, pero solo abarcaba al cine
mudo y ahí terminaba. Así como el canal desapareció sin llegar a cumplir los
ratings esperados y apenas dar un asomo a la aportación de Jean Luc Godard a la
historia del cine en “Qué es el Cine”, como un fragmento de video experimental
en la fabulosa serie española de TVE sobre el video-arte “El Arte en Vídeo”,
también nos quedamos con un vacío en el espacio que le correspondía a la
historia-en-video del Cine que para esas fechas apenas se podía ver en Canal
Once con la serie mexicana “Los que hicieron nuestro cine” de Pelayo.
Ennumeraría
otras series que surgieron también y en particular no conocí una continuación
de la visión norteamericana de su cine como con “Hollywood: Los años
tempranos”. Pero he aquí que tuvimos la fortuna de conocer lo que por años Mark
Cousins había hecho por aportar a la Historia del Cine Mundial.
La
Odisea de Mark Cousins.
Lo que
primero había sido un trabajo en un libro del mismo autor, se continuaría
posteriormente su cosquilla
historiográfica al impulsar la serie de televisión basada en su libro (aún en venta) y con el apoyo de Channel 4 de la BBC para lograrse. En México, durante
el 9º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se pudo conocer un
atisbo de 1 hora con 40 minutos de la serie “La Historia del Cine: Una Odisea”
(The History of Film: An Odyssey, en
particular sus capítulos 12 y 13 de la serie). Fue que el Canal 22, dependiente
de Conaculta, adquirió la serie y la transmitió con el doblaje del ubícuo actor
y cineasta Julio Bracho (con obvia herencia cinematográfica en México), que en
momentos hace a más de uno chirriar los dientes por su fallida pronunciación de
algunos nombres de cineastas (Jane Campion la menciona como Campión, o Eric von
Stroheim lo pronuncia como Irich, Trier como Tgieg, etc.). Así, tuvimos el
gusto de conocer la visión de Mark Cousins sin siquiera haber consultado el
libro, al menos por mi cuenta, de “una épica historia de la innovación a través
de doce décadas, seis continentes y mil películas”.
Durante
seis años, Mark grabó alrededor del mundo locaciones históricas, hizo
entrevistas a cineastas y personas involucradas en el medio para darle
sustancia audiovisual a su larga investigación que primero se decantó en un
libro y después en esta serie de 15 capítulos. Al arrancar el primer capítulo,
lanza la frase que estructura toda la serie: “La Historia del Cine es la
historia de la grandeza. Es la historia de las sorpresas”. Porque para él no es
solo hacer un recuento de las películas importantes que “hicieron historia”,
sino adentrarse y mostrar al público qué fue lo que las hizo grandiosas y
dieron pie para que se desarrollara desde el balbuceo hasta la complejidad
posterior del lenguaje cinematográfico, señalando sus orígenes y coincidencias
simultáneas en distintas cinematografías que se desarrollaron desde sus
principios, como fueron los primeros usos del encuadre, el accidental descubrimiento
del corte de Georges Meliés que él después aprovecharía para hacer sus primeras
obras fantasiosas llenas de trucos de cámara (que después impulsarían los
efectos visuales que hoy seguimos presenciando), o del uso proto-narrativo del
corte en casos como los de Edwin S. Porter para alternar la simultaneidad de
espacios contiguos y hacer avanzar la historia, así como los primeros
acercamientos ópticos (Close-ups) sin depender del iris que detallaba secciones
en el encuadre, los primeros encuadres compuestos con amplia perpectiva, los
seguimientos (tracking shots) sobre plataformas en rieles o grúas
impresionantes que revelaban la megalomanía expresiva de D.W. Griffith. Si cada
capítulo es enmarcado por un periodo temporal en donde aprovecha para destacar
esos descubrimientos, no se conforma con restringirse a eso para brincarse
¡años! y mostrar cómo permanecen esos primeros recursos en ulteriores películas
que han heredado la forma narrativa. Y así es un pimponeo temporal porque
conforme avanza en la temporalidad, aprovecha para regresar a esos inicios y
tomarse el tiempo para recordarle al público qué dio origen a lo que se muestra
en ese instante. Si desde la conceptualización neoliberal de la globalización
nos hace ver el mundo como un espacio siempre abierto y e hiperconectado,
Cousins se monta desde otro ángulo para hacer una recorrido global de la
historia cinematográfica y mostrar lo que otras naciones tenían en el periodo
silente y sonoro, y que prácticamente eran desconocidas excepto para el público
especializado, como lo son la cinematografía china, hindú, iraní o iraquí,
turca, egipcia, japonesa, tailandesa, una mini embarradita de la mexicana,
englobar al “eje del mal” (ji, ji) del Tercer Cine entre Brasil y naciones de
África, colocando a todos en un mismo nivel relevante de lo que hasta la fecha
es la Historia Global del Cine. Es una iniciativa muy grande como para que
quede totalmente cubierta, pero Cousins deja una selección vasta y,
afortunadamente, pica la curiosidad como para querer conocer más.
Después
de la Biblia de Georges Sadoul y de otras tantas enciclopedias e Historias
locales del Cine, la aventura de Mark Cousins gana hasta el momento por ampliar
la visión a un carácter mundial y esa también es una de sus mayores virtudes.
Entre críticos de cine tan conocedores queda la sensación de que no es
suficiente, y sí, le podemos criticar justamente que le falta profundizar más
en la historia cinematográfica de cada nación, pero ¿qué no es esto un
aliciente para continuar la creación histórica de cada cinematografía? Bien que
mal, por ser industria, por ser un arte, el Cine aunque haya brincado del
celuloide a la plataforma digital sigue siendo Cine. Lo que Alexander Kluge
señala dentro de su propia revisión histórica del cine (120 historias del cine)
y que Werner Herzog también apuntó en un segmento de La cueva de los sueños
olvidados (2011) es que el Cine siempre ha existido aun antes de que naciera el
medio mecánico luego digital que ahora conocemos como “El Cine”. Es un
mounstruo expresivo que desde la ficción y el documental retrata la realidad,
la deforma o la reproduce, impone modas o las derrumba, es manipulador como
también transgresor, reproduce ideologías que se vuelven dominantes o las
cuestiona hábilmente, se ha alimentado de nosotros y nosotros de ella. Todo
esto es y será el Cine. Es también como sentencia Cousins desde el primer
capítulo de la serie: “Y esto es el cine, como una máquina empática”.
3 comentarios:
Me ha sido de mucha utilidad tu reseña. Me gustaría preguntarte algo sobre el documental de Cousins: ¿hay alguna versión en DVD que incluya subtítulos en español? Te agradezco. Saludos.
Entiendo que en YouTube hay capítulos subtitulados, pero no sé si el documental completo que circula en tiendas los incluya. Gracias.
Que yo sepa no incluye subtítulos en la edición que circula en DVD. Tampoco sé si lo habrá en algún futuro.
La verdad sí debería contemplarlo porque es un compendio muy versátil y vale la pena que se conozca en otros idiomas.
¡Gracias por leer y saludos!
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