lunes, 13 de agosto de 2012

El Alcalde


El prólogo/obertura del documental El Alcalde, de Carlos F. Rossini, Emiliano Altuna y Diego Enrique Osorno, asienta las líneas a seguir sobre el polémico Mauricio Fernández Garza y el terreno en el que se encuentra: describe a un funcionario duro, pragmático, de un particular gusto exquisito quien desde la intimidad de su apacible y costosísima casa, parte diariamente escoltado y sorraja declaraciones polémicas ante los medios, como aquella en la que tomó posesión del cargo y afirmó que se tomaría atribuciones metaconstitucionales para “agarrar al toro (el crimen organizado) por los cuernos”. Ese mismo día, anunció complacido la muerte del “Negro” Saldaña, líder de una banda de secuestradores por parte del cártel de los Beltrán Leyva en el Mpo. de San Pedro Garza García, asesinado en la Ciudad de México, mucho antes de que se hubiera descubierto su cuerpo, junto con otros 3 acompañantes. Desde esa particular declaración, Mauricio Fernández se catapultó a nivel nacional, escandalizando a las autoridades federales, siendo cuestionado por los políticos, empresarios y medios (el segmento del programa Primer Plano es el más revelador: “la clase alta está harta y quiere hacerse justicia por su propia mano”, como afirma Lorenzo Meyer) pero con una alta aprobación de parte de los munícipes que gobierna: “...es lo que necesita México. Acabar con todos los No deseables”, afirma una de ellas.

 
Partiendo de una toma oscura, con la silueta del mismo Mauricio Fernández misterioso en su estudio, el resto de documental arroja más luz sobre este personaje colocando la cámara-estrado (o que al menos Mauricio Fernández se la apropia de esa forma con una confianza plena) sobre la que se estructura el orígen biográfico del Alcalde, sus correrías entre un grupo de amigos de diversas edades que lo aceptan de inmediato, la cacería de liebres y conejos que lo desvelan, aconsejar a un guía descontento que se queja de uno de los caciques del rumbo y al que Mauricio espeta “pues fácil, mátenlo”. Incidente que lo marca como para confesarle a su padre en querer convertirse en un guerrillero-mata-caciques y que la edición contrasta de inmediato con sus viajes a safaris para acabar con antílopes, jaguares y elefantes, donde esa energía oscura fue reencausada en otras salidas más “nobles” para Nobles. Siempre presentando el gran nivel de vida en el que creció y su boda a los 20 años en la que ni siquiera conocía a sus invitados por ser mayores que él, El Alcalde tan bragado él, tan echado pa’lante como un norteño que se respete, habla cual estrella admirable y con sentido del humor a flor de piel ante un grupo de universitarios, a quienes revela que Calderón ya había legalizado la portación y el consumo de drogas, así como pone hincapié en la absurda batalla contra las drogas. Un estudiante le cuestiona: “Algunas de las familias de los grandes capos viven en su municipio”, y él aclara que por supuesto, que hasta las familias de delincuentes prefieren vivir en Garza García por su nivel de seguridad y no en Ciudad Juárez, “ni ellos no comen lumbre, no te creas”.

El pudiente municipio, que desde un spot promocional noventero lo coloca como el mejor lugar para vivir en todo México, en la actualidad se muestra rodeado de grandes negocios locales e internacionales, ante la incólume cifra del alcalde de cero tiroteos, cero muertes, cero crimen que él mantiene, a pesar de la fuerte violencia que rodea a su municipio y el resto del estado de Nuevo León. No teme mencionar ante cámara que debe ejercer la intimidación y estar fuertemente armado tanto él como el municipio para no dejar amedrentarse ante el crimen, lo que ha reforzado el dicho de que “en San Pedro te va mal si vienes aquí a delinquir”. Incuestionable en ese sentido por sus métodos heterodoxos, juzgado por las autoridades federales al respecto, de nuevo atacado por los medios en el caso de un patrullero asesinado a orillas de su municipio y cuyo responsable apareció 12 horas después muerto “por casualidad”, el inalterable Alcalde defiende sus acciones de gobierno que hasta le han valido nominaciones como futuro gobernador de Nuevo León, tema que rechaza por las limitaciones a nivel federal que eso implica y reconoce, como para ya no considerarlo, mucho menos ser Presidente de México, aunque esa fuera su ilusión de cuando era niño antes que la de ser “guerrillero”.

La habilidad del documental, aunque prácticamente su único protagonista de voz cantante sea el mismo Mauricio Fernández platicando de viva voz su vida y experiencia, es la de no dejarse seducir por el sensacionalismo, la nota roja y la amarillista que pondría un tono mucho más dramático a la película. Se alimenta del diverso material de archivo de las notas periodísticas de televisión, del archivo en video, en súper 8 y 16 mm del mismo Fernández Garza, como aquella secuencia del montaje del techo que perteneció al magnate Randolph Hearst (personaje en el que Orson Welles basó su película El ciudadano Kane) cuando construía su pequeño Xanadú, para ampliar la visión acerca de este alcalde sui géneris, acercándolo a una visión más humana pero en apariencia nada complaciente con el mismo personaje. Lo contrapuntea con todo ese material de archivo, para equilibrar la visión descriptiva de aquello que no se conoce de la vida íntima de Mauricio Fernández. Ningún otro familiar aparece para complementar o cuestionarlo, todo se queda estrictamente alrededor de él, dándole una amplia voz a su manera de pensar y justificar sus acciones. La sobriedad y el estético cuidado de la realización plantea al espectador sacar sus propias conclusiones acerca del protagonista, ya que si lo observa un poblador del municipio seguro lo alabará, o si es de algún otro medio, lo cuestionará. A cada uno le deja elementos para sacar sus propias conclusiones. Se siente estudiado y nunca abrupto para dejar ir la espada flamígera sobre este alcalde tan particular en el esquema de violencia contínua en la que está sumergida el país. Supongo que con facilidad se le puede tachar de un comercial muy largo para Fernández Garza, un promocional amable al tratarlo con bastante respeto, pero hasta de eso se escapa el documental con sus breves y oportunos comentarios visuales, separando al político del hombre culto, coleccionista de arte, de fósiles que adornan sus casa y que cuida y limpia en su taller, en el que establece su linaje con un anillo de trilobite que ha otorgado a su familia, del experto en armas con una bodega llena de instrumentos de distinto calibre, el distinto calibre con que se muestra con su rifle-clarinete al cerrar el documental llevando sin error alguno una pieza de jazz que toca con precisión y conocimiento.


Ciertamente, un documental que no se debe dejar de ver y que hace también una aportación propia al cine de denuncia, al cine político mexicano, viajando en una brecha angosta donde el protagonista asienta sus reales con la bandera pragmática que porta orgulloso y con “elegante” alevosía, señalando que el problema del narcotráfico está en el increíble e intocable lavado de dinero que ocurre en Estados Unidos en mayor grado que en México, infundiendo orgullo patriota a sus munícipes en un 15 de septiembre donde todos parecen vivir en una cápsula de fantasía que no ocurre fuera de San Pedro Garza García.

Para mayores informes acerca de esta producción, visita el sitio oficial: http://www.elalcalde.mx/
Twitter: @elalcaldedoc

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