Acá en México, esta película se llama Ninfomanía Vol. I, que no está del todo mal,
pero haciéndole la justicia debida a la misma y porque se refiere a la historia particular
de su progonista Joe, estarán de acuerdo que se debería llamar Ninfomaníaca Vol. I.
Habiendo mencionado ese detalle, continuemos.
Stacy Martin como la adolescente Joe. |
Cabe mencionar que el número ocho no solo es referencia a las secuencias Fibonacci, sino que también tiene un significado cabalístico, donde el siete es el número de la perfección y el ocho es más alto que la naturaleza, aquel más allá de la perfección, detalle que no figura en el guión de la película pero lo deja puesto si la numerosexología da para atribuirle significados. Así podría seguir rascándole a las asociaciones numéricas, encontrando que de alguna manera Lars hace un guiño referente a las siete novelas de “En busca del tiempo perdido” de su admirado Marcel Proust, de donde se inspiró a hacer esta película tras terminar de leerlo, y complementando con el ocho para asegurar que está intentando superar a Proust.
La acometida de Lars von Trier y su equipo no busca solamente dedicarse a la mostración simplona de la cópula heterosexual siempre escandalosa del soft porno, sino que al discurrir cronológicamente y con recursos de flashbacks develándose progresivamente, busca excitar al espectador con las escenas candentes (evitando el exceso de la penetraciones jarcoreras, al menos en este corte hecho por su Casa productora Zentropa, de la que es co-propietario, con su autorización) dedicándose a seguir el manifesto del Puzzy Power, una especie de hermana al Dogma danés, de las producciones porno Zentropa: producir películas con un guión verosímil; respetar el deseo femenino; evitar el uso de la violencia (que en el Volúmen II suspende por otras razones que trataré); nada de eyaculaciones faciales y la presencia del (buen) humor. Pero he aquí que von Trier no busca hacer solamente una película porno, en todo caso la colección puntual de citas cultas sirven para masturbar el intelecto de la audiencia: Los números fibonacci; los juegos heréticos contra la religión castrante; las razones por las que Joe se excita ante la muerte de su padre y alivia sus ansias tanáticas; la fabulosa relación de la simultaneidad de las cópulas de Joe con la polifonía Bachiana generando una ingeniosa secuencia paralela que ni el teórico del montaje polifónico Eisenstein pudo llegar a realizar –no sé si lo hizo en la intimidad, pero bueh–, esta vez con Joe realizando sus propios montajes de amantes polifónicos en distintos registros al día.
(Leve Spoiler-Alert) Hacia el final del Vol. I, Lars aun tiene el tino de llegar a un clímax de la historia para insertar un cierre tipo cliffhanger (recurso tan recurrido por las series televisivas y también de los guiones cinematográficos) para dejarte con la sensación de que acabas de tener un coitus interruptus y dejarte intrigado con lo que sucederá en el Vol. II.
A final de cuentas, el llamado énfant terrible no busca hacer solamente una película porno, toda la narración se encuentra dosificada de referencias a los distintos comportamientos humanos, ya que para él, como lo mencionó en una conferencia de prensa especial para Nymphomaniac, “la sexualidad es un tema muy serio como para dejárselo a la industria porno”.
CONTINUARÁ...
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