A finales de febrero de 2014, celebrábamos que Güeros, de Alfonso Ruizpalacios, fue la película mexicana ganadora en la categoría de Ópera Prima de la Berlinale, generando las más grandes espectativas para un largometraje de ficción nacional, detalle que le permitió entrar en competencia para el Tribeca Film Festival y el festival de San Sebastián.
En Berlín, le sucedieron grandes felicitaciones y críticas, aparte del premio. Recién se presentó en el festival de Tribeca y... no le fue tan bien con el público en general. Hablamos de su primera función en Nueva York el 17 de abril del presente y quien estuvo puntual para la función fue la novelista y guionista Malú Huacuja del Toro, quien compartió en su blog la experiencia de ver el estreno en el AMC Loews Village 7 durante el TFF en su Crónica de una noche arruinada:
"(...) Aclaro
que iba preparada, pero inicialmente no fui a eso. Acudí, sobre todo, a ver el
estreno de Güeros, la ópera prima de
Alonso Ruizpalacios que, según había leído en las reseñas y sinopsis, parecía
estar hecha en contra de la huelga de la UNAM. Yo fui a que no me contaran qué
tal estaba ni de qué hablaba. Y, sobre todo, fui con la esperanza de disfrutar
lo que posiblemente fuera una buena película. Motivos había para suponerlo: el
Festival Internacional de Cine de Berlín es uno de los más prestigiados del
mundo (no como el de San Sebastián ni el de Guadalajara, que aunque hayan
mejorado últimamente comenzaron siendo una burla). Como guionista profesional
que también soy (o por lo menos, como dicen mis enemigos “fui”) acudí asimismo
con la esperanza de que las reseñas hubieran estado mal hechas o mal
informadas, o que las sinopsis exageraran esa parte del argumento con fines
mercadotécnicos, y que, a pesar de su título, el guion estuviera a la altura de
un reconocimiento mundial. Mi expectativa
profesional era, en suma, que el filme galardonado me deslumbrara como hacen
las grandes películas, y que ni el tema mismo (aún si fuera uno con cuyo
tratamiento político no estoy de acuerdo) pudiera separarse o desarticularse de
la magia que crean los grandes."
Malú se ocupa de participar en todas las manifestaciones de Occupy Wall Street; durante la huelga de la UNAM (1999-2000) se encargó de informar de los pormenores del movimiento estudiantil a través de una red de solidaridad con los huelguistas, para contrarrestar lo que los medios afines al poder hacían en México denigrando al movimiento. Pero al asistir a la exhibición, decidió hacer a un lado esa percepción para disfrutar la película, aunque...
"La película es, en un ochenta por ciento, aproximadamente, sobre la
huelga de la UNAM, en torno a ella, contada exactamente tal como la explicaron
los medios de comunicación al servicio de la plutocracia y los intelectuales de
La Jornada en defensa de los güeros, los moderados, que son
“los buenos” (o por lo menos los “no tan malos”) de este filme, sin ningún
contexto, y tal como la entendieron Gael García Bernal y Diego Luna en aquel
entonces.
"El título es literal. Los güeros son los
protagonistas. Aunque imbéciles y güevones, por lo menos no son como los
prietos: unos vándalos que se agarran a golpes o que los asaltan en las calles,
o que los golpean. El líder de los prietos huelguistas se llama Furia. La chica linda de ojos claros es
la que tiene la razón. Los demás aparecen en escenas dionisíacas bailando en
torno a una fogata. La chica güera lleva meses en las guardias en la UNAM (Ilse Salas, n.del copiapegador) pero
abandona su compromiso por razones tan incomprensibles como lo fue la huelga
para el director, y en seguida abandona hasta a su personaje, cuando siendo
ella estudiante de Letras se pone como actriz a burlarse del tono con el que
hablan los personajes de Los Olvidados
(a ninguna estudiante de Letras le interesa específicamente burlarse de Buñuel;
al director de Güeros, en cambio, sí le importa dejarlo claro: “Somos
los güeros, no Los Olvidados, y nos
ganamos premios internacionales como Buñuel). A esas alturas, comprendo perfectamente
por qué ganó un premio internacional en tiempos de Peña Nieto. Salinas está de
vuelta. Pasada primera hora, la película no sólo parece estar en contra de la huelga
de la UNAM: parece hecha por la CIA, en un sexenio en que la administración
está resuelta a privatizar la educación. ¿Será? Yo sé que no. Yo sé que está confeccionada
por la estupidez de los televidentes y de los lectores de La Jornada, junto con la codicia de los Carlos Ímaz (quien cumplía
órdenes de Rosario Robles en aquel entonces, como se vio en los
videoescándalos), por los lectores de Monsiváis. Sé que ni la CIA lo habría
hecho mejor. He decidido quedarme a la
sesión de preguntas y respuestas para corroborarlo. Después de la escena de
burla de Los Olvidados y la forma
como hablan los nacos, ahora sí quiero conocer al director."
"Mis años ayudando a Occupy Wall Street me
ayudan, pero sobre todo me asiste la memoria de los jóvenes. Ningún estudiante
debería ir a la cárcel en defensa de la educación gratuita. Me las arreglo para
ser la primera a la que le den la palabra, pues así establezco el tono de lo
que será la conversación y nadie más se atreverá a hacerle elogios desbordados
como hacen los leguleyos en estos eventos. Lo hago tartamudear muchas veces. Lo
obligo a explicarse. Termina contando cosas que nunca se imaginó que diría la
noche de su estreno en Nueva York.
"—Primeramente, felicidades por todos tus
premios —le digo en inglés, con una sonrisa, y me encargo de que mi voz se
escuche por toda la sala, que está repleta—. Quería preguntarte, porque esta
película fue sobre un movimiento que defendía la educación gratuita en México,
cosa que aquí en Estados Unidos es inconcebible…
"Aquí hago una mención que Ruizpalacios no
va entender, pero que va a resonar en los corazones de absolutamente todos los
jóvenes asistentes: las deudas para pagar las colegiaturas. Porque,
precisamente, ninguno de ellos va a una universidad completamente gratuita. Ése
problema es una de las raíces de Occupy Wall Street y su puente con los indignados de España y Chile.
—¿Tú estudiaste en una universidad
pública? —le pregunto, ya que termino.
—No. Yo iba a estudiar en la UNAM —dice
él, con voz quebrada—, pero la huelga me lo impidió.
—¿O sea que tú no fuiste educado en
universidad pública?
—No. Yo terminé estudiando en Londres.
—Eso es todo. Gracias —le digo.
A partir de ese momento Ruizpalacios se
tropieza muchas veces y no para de voltear a verme de reojo, hasta que dice:
—Es una huelga que duró muchísimo, once
meses.
—Y que ganaron —le interrumpo, con mi voz
sonora, pero calmada.
—Y que ganaron, o bueno…
—Y
de la que tú te estás burlando en esta película —le atajo.
—Sí, bueno, mucha gente dice que me estoy
burlando. Eso es algo que, si quieres, podemos discutir después. Mira: el actor
formaba parte del movimiento de huelguistas. La primera vez que leyó el guión
me dijo: “Esto es una basura. Te estás burlando de los huelguistas”. Pero
varios días después me llamó y me preguntó: “¿Cuánto pagan?”.
Risas… de los amigos mexicanos y de los
promotores del festival.
Los demás lo miran atentamente. Y me miran
a mí.
Yo les sonrío. Acabo de hacer que el
director confiese a la prensa que el propio actor reconoce que su filme es una
burla contra las huelgas estudiantiles, y que incluso pensaba que su guión era
una basura, y que solamente entró a trabajar en la película por dinero.
La noche no será como esperaban. Ruizpalacios
se limita a responder con anécdotas de filmación para no meterse en laberintos
conceptuales. Cierran la sesión de preguntas lo más pronto posible. Se irán a
cenar comentando: “¿Y quién es esa tipa? ¿Y quién la dejó entrar?”.
Alguna vez, hace muchos años, el ex
diputado federal del PRD Marco Rascón me preguntó qué me trajo a Nueva York. Yo
le contesté sin asomo de broma: el Diablo me mandó al centro del imperio
financiero después de todo lo que viví en México, que fue sólo un entrenamiento
para lo que después tendría que hacer."
*******
Probablemente en el contexto propio de la película, se sostenga por su contenido y tratamiento audiovisual, una propuesta que le valió el premio en el Festival de Berlín. Probablemente también, goce de buena recepción en los festivales en que llegue a participar gracias a ese reconocimiento, pero la pregunta es: ¿Cómo será recibida en México? ¿Será también apreciada por su valor cinematográfico en estos lares o llegará a generar un abierto rechazo en la gente que llegue a verla y haya sido partícipe de aquella huelga de la UNAM? Ya no se diga de quienes sufrieron los arrestos al final de movimiento, sino entre aquellos que directa o indirectamente estuvieron involucrados.
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