Después de haber tenido una afortunada presencia dentro del 27º Festival Internacional de Cine de Guadalajara y una cálida recepción en el Festival de Berlín de 2012, estar de gira como parte de las producciones mexicanas que integran del 32º Foro Internacional de la Cineteca, y ahora llegar a estrenarse en salas mexicanas, Un mundo secreto se revela como sigue:
La Ciudad de México-marco-inicial-de-esta-historia se presenta a través de tomas oblícuas de aquellos rasgos permanentes, herrumbrosos, decadentes de la misma: los gatos que se asoman desde un resquicio de la Glorieta de Insurgentes, el barandal con pintura resquebrajada del puente del Eje 7, viejas ventanas abiertas tomadas desde abajo y una perspectiva del Eje Central en fuera de foco, que embarra sus luces y autos en una plasta confusa, hasta que la cámara estilizada de Mariño/Hernández aterriza en el pasillo de un departamento donde fuera de cuadro se escuchan los ruidos repetitivos de la cópula que sucede en el cuarto contiguo. María (Lucía Uribe Bracho), de 18 años, prácticamente inerte, coge con un joven excitadísimo, que acaba contento como lo hará después aunque sea el último día de clases, invitando a un amigo para compartir un alegre acostón como cualquier otra cosa, "pero nada más tú" porque sabemos que ella tiene cierta prisa.
María es una chica silente, absorta, introvertida en apariencia porque no se lleva con nadie más, huraña con su madre déspota porque ella vive en la nube de su adultez y las responsabilidades, pues lo único que le importa de su hija es saber la fecha para pagar la inscripción y por qué no se arregla mejor para el día de su graduación. Ese silencio permanente le permite a María planear un viaje/escape mientras una María-La-Dulce le platica en su diario lo increíble y valiosa que es como persona, que la va a extrañar, que la fiesta de graduación estuvo genial, que mientras construye esta fantasía en el cuaderno con hábiles dibujos que anuncian un viaje, durante la primera escala de su trayecto se encuentra en un restaurante a la dicharachera madre soltera (Olivia Lagunas) y le endilga unos minutos a su hijo en lo que va y viene con un amigo cariñoso, lo que le vale pasar una noche en su pequeñísima casa, escuchar la historia de su esposo buscando oportunidades en E.U. y María inventándole que visitará a unos parientes en el norte, por lo que mejor huye de madrugada de esa casa y se deja abordar por un desconocido que la chulea. María-Puta se deja llevar, porque nunca se quedó atrás en la ciudad, la acompaña después de que coge sin remordimientos con el desconocido y le recrimina su putería al escribirlo en el espejo de un baño, como si fuera el eco de la misma madre que la acaba de regañar por irse a su "viaje de graduación", o cuando se cachetea ella sola en su cuarto. María-Libre puede callarse todo lo que quiera, acostarse con quien quiera, ir donde sea, pero batalla contra esa sombra huyendo a pie o en autobús a un destino que desconocemos.
En su camino a Topolobampo, María conoce a Juan (Roberto Mares), un joven del sureste de México también callado, tímido, con una carga distinta a la de ella y un semblante más triste al serio y desparpajado de María. Se acompañan de camino a la ciudad de La Paz catártica, donde comparten un cuarto de hotel ante la reticencia del muchacho, después se cuentan las historias mutuas como no lo había hecho ni platicado antes ella con tanta confianza, al igual que el sueño que la impulsa a llegar a no sabemos dónde. Tras la sordidez de los acostones anteriores de María, sucede el vuelco de un beso entre ambos nómadas y un acostón que el encuadre fijo en sus expresiones nos presenta la empatía entre los dos y la sonrisa sonrojada de ella. María-Puta se queda atrás en la oscuridad del sueño donde su madre se burla de su hija ante el mar, desaparece en La Paz del sueño de Juan y ya no la acompaña hasta la Laguna de San Ignacio, donde por fin conocerá a aquella ballena que la había invitado a viajar.
De nuevo nos topamos con una estructura de-efe-céntrica-que-termina-en-viaje-revelador, "with a twist". Minimalismo al 100, constantemente forzando los focos para destacar la presencia de María al cruzar la Avenida Juárez difusa, al desayunar cabizbaja en la cocina con su madre borrosa, arrastrar la atención hacia un retrato adolescente bonitillo en el tocador enmarcado por los cuerpos difusos en cópula mecánica, los cuidados encuadres de Gabriel Mariño en conjunto con el cinefotógrafo Iván Hernández se dedican a desmenuzar pacientemente el entorno que rodea a María al dejar la ciudad e ir confrontándose con esa otra parte del país que desconoce y va sorteando en su travesía, también evadiendo el uso del gran plano abierto para no babear ante el paisaje y centrándose en el eje que es María en toda la historia. A fuerza de cortes directos que evitan transiciones exageradas, esta ópera prima deja desarrollarse tanto al personaje como la actuación tan fresca y sólida de Lucía Uribe, evadiendo la constante profundidad de campo para enfatizar su estado absorto con el foco centrado en ella, siempre confrontándose y resolviendo sus encuentros con hermetismo hasta encontrar inesperadamente al nómada gemelo que es el conmovedor Juan, interpretado por Roberto Mares. Si los encuadres oblícuos suelen enmarcar la gris existencia de María, tras el primer encuentro con Juan, recurre a una hermosa toma del cielo aborregado donde apenas entra una parte del camión que anuncia "Topolobampo" que indica el giro del relato de lo sórdido a lo idílico, cual intertítulo episódico, donde el contacto de María con la naturaleza cada vez más presente en el viaje pone de manifiesto su apertura con el nuevo desconocido y otra faceta se da a conocer.
Lírica más que buscar los excesos de la tensión dramática clásica, viajamos con la protagonista en una elegante y cuidada narrativa sin mayores aspavientos.
Así, nos quedamos con María que ha dejado por unos días el lastre de su vida y en el camino. Emocionada ve al horizonte y sorprende viéndote a ti, a quien de inmediato hace cómplice de haber conocido como nadie a María en su Mundo Secreto.
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