Por
definición, un road movie es aquella travesía filmada a lo largo de un
viaje, con peripecias y obstáculos, que durante el traslado a otro destino
implica una introspección reveladora del protagonista, salirse de su rutina
abre la posibilidad de conocerse aun más, reflexionar y tomar una decisión que
le cambia su vida para regresar con una conciencia renovada a la rutina de
origen o no regresar. Dentro de esa fórmula cinematográfica existen variantes,
pero en la ópera prima de Dominga Sotomayor De jueves a domingo, como
resultado de su estadía en el Talent Campus de la Berlinale durante 2011, la
apuesta es otra. Primero, es minimalista porque se circunscribe solo a lo que
sucede entre Lucía (Santi Ahumada) de 10 años y su familia durante un viaje de
la ciudad de Santiago hacia el norte de Chile, al menos el último que realizará
su familia en proceso de separación, donde su hermano Manuel (Emiliano
Freifeld) de 7 años, sólo busca divertirse y vivir su propio viaje, ajeno a la
tensión que hay entre su madre Ana (Paola Giannini) y su padre Fernando
(Francisco Pérez-Bannen). Empiezan los juegos para distraerse, pero la
constante renuencia del padre resalta su distanciamiento, corta el frágil vínculo
entre ellos y parecen trasladarse en automático a un destino: Fernando quiere
mostrarles un terreno heredado que podría representar un futuro prometedor para
la familia, a pesar de la inminente separación. Por ello, Ana le sugiere que
mejor alquile un cuarto en un hotel (sobre entendiendo “para que vivas solo”),
pero él prefiere rentar ya un departamento. En el camino hacen parada a un
altar al lado de la carretera dedicado un ermitaño que perdió a su familia en
un accidente y le dejan provisiones; después dan aventón a un par de
adolescentes aventureras despreocupadas porque han corrido con suerte y
comparten su e-mail con Lucía; llegan a un río para refrescarse y Manuel exige
llegar a la playa, sin tomar en cuenta la fricción que hay entre sus padres como
lo está notando poco a poco Lucía. Más adelante, encuentran a un amigo de Ana,
el padre soltero Juan (Jorge Becker) quien genera más tensión a la atmósfera
entre ella y su esposo. Él los ayuda a salir con su combi de un riachuelo donde
se atascó el Mazda 929 en el que viajan y, casi al final, se encuentran de
nuevo con Juan y sus compañeros en un campamento, donde pasan una tertulia con
fogata y conocemos desde el punto de vista de Lucía la cercanía entre ambos
amigos, para colmo de Fernando. Lucía trata de vivir su niñez disfrutando ver a
su hermano hacer “bucitos” con las lecciones de su padre, jugando con el hijo
de Juan quien habla francés como loquito para enamorarla aunque sea tantito, pero no puede conciliar el sueño en
la casa de campaña cuando los adultos están conviviendo en la fogata: la
inquietud, su incertidumbre le ha amargado el viaje.
Dominga Sotomayor |
En los
anteriores trabajos de Dominga Sotomayor se puede encontrar la temática de la
separación y los niños, quienes dentro de esa circunstancia la sobrellevan lo
mejor que pueden, como en sus cortometrajes Debajo y La montaña; o aun están viviendo los instantes de la
separación, como en Videojuego,
donde un niño raquetea el Tenis virtual de su Wii en constante primer plano
mientras la pareja se reparte pertenencias detrás de él, pero el padre no puede
llevarse la televisión hasta que su hijo no termine el último set de su juego.
A diferencia de Cessna,
donde el seguimiento documental de la pasión de un adolescente por la aviación
y su primer viaje en un avión es retratado con una cámara en mano, en Videojuego
la cámara se emplaza en un sólo punto, ancla el primer plano del niño y él se
convierte en el contrapeso de la pareja que se separa.
Ahora en De
jueves a domingo, el estilo minimal y contemplativo de Sotomayor es
adecuado para adentrarse y dejarnos percibir la preocupación de Lucía ante lo
que se le presenta. Por más que lo haya sabido de antemano, vivirlo en el
último viaje de su próxima familia rota es algo que no se espera. Las escenas
de Dominga no persiguen a los personajes en sus traslados espaciales, los deja
salir de cuadro y a nosotros suponerlos con el sonido en off (fuera de cuadro). Debajo y Videojuego muestran
emplazamientos de lo importante.
Aquí,
también la cámara de la cinefotógrafa Bárbara Álvarez espera con paciencia que
lo esencial suceda frente a su lente: al inicio de la película cuando Lucía es
despertada, le cuesta tanto levantarse que su padre Fernando se la tiene que
llevar cargando; salen de cuadro y reaparecen en la profundidad del campo donde
está el Mazda 929 con la cajuela abierta, enmarcado por la cama abandonada y la
ventana. Ana termina de llenarla con provisiones y ella le pregunta casi en
murmullo a Fernando “¿Estás seguro que quieres que vaya?”. Aunque a él en
apariencia no le importe mucho, hace que ella suba y el conflicto aborda con
ellos para acompañarlos en la travesía.
En el
reducido espacio del carro, la cámara anti-frenética deshilvana los espacios en
off de cada escena, descubriéndolos
sin prisa al mismo tiempo que Lucía cobra conciencia de lo que pasa entre sus
padres, amparada en la inquietud de su hermano Manuel y descifrando sus
diálogos entrecortados. Los emplazamientos parten desde ella y se desenvuelven
como espiral conforme los hermanos piden ir a “las termas”, dulces de Halloween
o que los lleven en el techo del carro. La cámara intimista tampoco se
deslumbra ante la apertura del paisaje, prefiere el espacio cambiante entre la
familia, aunque a Manuel se le caiga algo del carro, se detengan a recogerlo y
desde dentro vemos el machucón que el descuido del padre le ha dado a Ana; la
cámara acompaña la alegría de Lucía y Manuel cuando por fin los pasean encima
del capó del auto y ella después presencia la álgida discusión de sus padres
desde afuera.
La presencia de los temas del compositor Manuel Alejandro se hacen
de manifiesto cuando Ana hace cantar a Lucía una de sus canciones, como también
en el campamento al corear Quiero dormir
cansado, que abunda sobre la separación, el rompimiento de la pareja y da
pie para presentar esa metáfora visual de la soledad que es el desierto en el
que termina el viaje, donde la madre se pierde indignada al descubrir que su
esposo tenía todo preparado para vivir solo y Lucía la busca angustiada. Finalmente
llegan al destino planeado por Fernando, suben todos a un montículo para ver
solo la extensión del desierto y darse cuenta de que no vale más entretenerse
allí, mejor irse de una vez porque Ana sigue molesta aunque más calmada,
Fernando los apresura y se detiene un momento para regalarles de nuevo el viaje
en el capó a los niños, pues es posible que sea la última vez que lo hagan o al
contrario, una de tantas más porque querer
dormir cansado y no despertar jamás, querer dormir profundamente y no despertar
llorando, con la pena de no verse, se asemeja a ese desierto del que mejor
huyen con los acordes de esta canción final en version acústica que acompaña su
regreso.
Sencilla, sincera, con economía de emplazamientos como decisión
narrativa, Dominga Sotomayor y su equipo vuelcan el road movie hacia la mirada infantil sorprendida, temerosa, con una
conmovedora historia sobre “una niña que se debate entre estar consciente de lo que pasa con sus padres y querer ser niña durante un viaje”.
Si veo hacia atrás creo que mis cortos y “De jueves a domingo” son como una misma historia, como si hubiera sacado momentos de una misma línea de tiempo, quizás es la única historia que hasta ahora me interesa contar. Son distintos fragmentos de situaciones familiares cotidianas vistas con cierta distancia formal. Pero siento que la historia no es lo más importante, sino ponerme en un punto de vista determinado, como la de los niños en “De jueves a domingo” o la del eclipse en el corto Debajo.
Dominga Sotomayor en entrevista con Roberto Doveris sobre su Ópera Prima, en el BAFICI.
Ficha técnica:
Película: De jueves a
domingo (Chile-Holanda/2012/96’/35mm/color)
Dirección y guión: Dominga Sotomayor
Producción: Benjamín Domenech, Gregorio González
Fotografía: Bárbara
Álvarez
Edición: Danielle
Fillios, Catalina Marín
Reparto: Santi Ahumada
(Lucía), Emiliano Freifeld (Manuel), Paola Giannini (Ana), Francisco
Pérez-Bannen (Fernando),
Jorge Becker (Juan), Axel Dupré.