NAZARÍN (Luis Buñuel, 1958)
A raíz de que el Centro Cultural Tlatelolco, en sus ciclos de Pentágonos de autor, está exhibiendo la obra de Luis Buñuel, se les ocurre iniciarlo con la proyección de Nazarín, que es mi gran favorita de todas sus cintas.
Buñuel fue de mis primeros grandes favoritos de la adolescencia y me bebí los preceptos surrealistas de sus andanzas con André Bretón y Salvador Dalí, no se diga consumir todas sus películas. Y que el surrealismo haya tomado forma cinematográfica de la mano de este español fuera de lo común me maravillaba aún más. Sin embargo, Nazarín ha sido la obra que sorprende por no ser lo surrealista que se esperaba de Buñuel, y más dentro de un periodo mexicano en el que ya tenía un poco más de rienda suelta en sus temáticas. Y aunque Los olvidados, Subida al cielo, El ángel exterminador, Él, Simón del desierto, El bruto, sean memorables, Nazarín me conquistó por ser una obra auténticamente buñueliana, donde la historia de un insólito sacerdote no traiciona ningún precepto del humanismo que manejaba Don Luis.